¿Por qué la gente común no gusta de
la música clásica? Después de pensar mucho tiempo llegué a la humilde
conclusión:
La gente no
gusta de la música clásica porque simplemente no
escuchan.
Ahora daré mis
definiciones de escuchar y oír, las cuales son acciones de
apreciación que corresponden a la música clásica y la popular respectivamente.
La diferencia entre los conceptos de escuchar y oír probablemente no sea algo
nuevo, pero constantemente olvidamos esta diferencia y solemos utilizar los dos
verbos como sinónimos.
La música clásica se escucha.
El escuchar es un trabajo mental, no solo basta con estar sentado recibiendo
las ondas sonoras con nuestros tímpanos. Se tienen que realizar diversas tareas
en el cerebro y generar impulsos nerviosos dentro de la mente, para así lograr
“sentir” todo lo que el estímulo está trayendo consigo. Esto puede implicar
pensamiento, análisis, interpretación, síntesis y demás actividades cognitivas
y emocionales también. Requiere voluntad y (a veces) un poco de esfuerzo; por
lo tanto, incluso puede cansar. Para sintetizar, podemos definirlo como la
percepción auditiva profunda.
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El escuchar demanda
toda la atención, es un trabajo mental completo.
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La música popular se oye.
El oír no es un trabajo. Simplemente basta con permanecer sentados, parados
o caminando, recibiendo las ondas sonoras hacia nuestro oído, ya sea que lo
hagamos exclusivamente para oírla o realizando otra actividad al mismo tiempo.
Los impulsos nerviosos creados por naturaleza fisiológica harán lo suyo, estos
impulsos viajan por las conexiones neuronales ya establecidas y generarán una
respuesta obvia o establecida para cada organismo. La respuesta que varía entre
los individuos es el gusto, o el disgusto, el efecto de risa, de bienestar, de
ganas de moverse, de llanto, de tristeza o alegría, en fin, cualquier respuesta
emocional por las que tanto éxito tiene la música popular. Como contraparte del
escuchar, hay que considerar el oír como una percepción superficial. Llamo
superficial solo a la percepción, no a la respuesta del organismo, y aclaro
esto último porque sé que se puede sentir una respuesta emocional que no se
percibe nada “superficial”.
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El oír no es un
trabajo, por eso se pueden realizar diversas actividades mientras se oye.
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Algo que se debe hacer
notar es que ambas acciones, generan placer. Pero (por lo menos en una opinión
personal) el placer es correspondiente a la cualidad que tenga la percepción,
es decir, profunda o superficial.
La diferencia es tan
marcada que no se puede (o resulta improductivo) intercambiar las acciones
correspondientes a las “músicas”; esto con sus respectivas y graduales
excepciones dejémoslo en claro. Aquél día estaba yo a unos cuantos metros de
una jovencita que trabajaba tranquilamente en su laptop, y ella parecía estar
disfrutando el track que sonaba en las débiles bocinas de la máquina. La pieza
era una aria de ópera, no me acuerdo cuál (probablemente ni la conocía); pero
no sé si fue por la pésima calidad de sonido o por la distancia, pero a mí me
fue totalmente incómodo estar con esa pista en ese momento. Lo que pasaba es
que yo hacía otras cosas, y por lo tanto no podía realmente escuchar la pieza.
A eso aumentemos la pésima calidad de sonido. Lo más probablemente es que ella
estaba escuchando y yo solo oyendo. Algo similar me pasó cuando un conocido
intentó verse muy culto (o alguna otra pretensión quizá) poniendo en su celular
el célebre canon de Pachelbel, pero tal se oía horrible en esa pequeña
bocinita, que no se podía decir que realmente estábamos escuchando la obra; y
recibiendo nada más las ondas sonoras en mi cabeza, realmente me parecía, no
solo desagradable, sino hasta molesto. Eso puede pasar cuando se oye la
música clásica, se percibe aburrida, sin sentido o incluso molesta; esto sucede
porque se le está cometiendo una percepción superficial (como si se tratara de
música popular).
Por otro lado, si escucháramos
verdaderamente y con toda la atención que demanda la escucha de música clásica
a las canciones que suenan en la radio (la música normal), resultaría que
prácticamente todas (intuyo más de 90%) son simples, prefabricadas,
repetitivas, sin valor artístico. Por eso la música popular se debe oír, no se
le debe de hacer una percepción profunda.
Con el tiempo se puede
oír fácilmente música clásica, pero solo si ya se tiene el gusto bien fundado.
De esa manera las ondas sonoras llegan al tímpano y luego se desencadenan
impulsos nerviosos al cerebro quien ya tendrá conexiones correspondientes para
generar una respuesta agradable. Aún así hay que recordar que el placer será
tal cual sea la percepción.
Tomado de:
http://clasicoobservador.blogspot.mx/2011/05/el-escuchar-y-el-oir.html
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