Convivir con la naturaleza (foto de Jaime Cristóbal López)

jueves, 7 de marzo de 2013

Hipocondría (el enfermo imaginario)




La medicina ha abandonado el concepto de la hipocondría como enfermedad, ya no se la considera entidad clínica independiente. La hipocondría es en esencia una actitud que se adopta ante la enfermedad, y cualquier enfermedad psíquica puede presentar añadido ese colorido hipocondríaco.
El hipocondríaco está constantemente sometido a introspección, minuciosamente preocupado por sus funciones fisiológicas (digestiones, estreñimientos, etc.) y con posibles síntomas de enfermedad.
Una persona que está realmente enferma puede ser además hipocondríaca, y quizá sus preocupaciones no se centren en los síntomas importantes (existen enfermedades graves que cursan sin apenas molestias), sino en los imaginarios, o los leves a los que él da gran importancia (meteorismo, dolor de cabeza, «mareo», etc.). Asimismo, el hipocondríaco, al centrar su atención en determinada función y cargarla emocionalmente, puede provocar alteraciones psicógenas (por la fuerza del impacto psicológico) de esta función y crear síntomas reales, funcionales u orgánicos.
El síntoma capital de la hipocondría es la preocupación que siente él por su salud. El hipocondríaco medita constantemente sobre sus síntomas, reales o imaginarios, llega a percatarse de signos funcionales que escapan habitualmente a la conciencia (intensidad de los latidos cardíacos, estado del pulso, funciones digestivas, etc.). Desarrolla una sorprendente sutileza en la captación de sensaciones cenestésicas (del interior del cuerpo). Es prolijo en la descripción de su cuadro clínico, aclara repetidas veces el alcance de cada una de sus descripciones; además de hacerlo ante el médico, es su tema predilecto de conversación. La atención del hipocondríaco se centra no sólo en el estudio de sí mismo (se toma el pulso y la temperatura y el número de respiraciones por minuto varias veces al día, son los primeros en comprarse un aparato para medir la tensión arterial), sino también la cantidad y composición de los alimentos. Sabe con qué aguas minerales hace mejor la digestión, qué grados de ventilación o de temperatura le convienen, etc.
La sintomatología más típicamente hipocondríaca es la sugestiva, que experimenta acompañada de una especial distimia (alteración negativa del estado del ánimo), sumamente desagradable, que le hace colocarse en actitud fóbica frente a sus molestias, de las que siempre cree que son el comienzo de enfermedades graves. El hipocondríaco acaba renunciando a casi todo para consagrarse a cuidar su «enfermedad».
En psiquiatría, la actitud hipocondríaca aparece como un síntoma añadido en: 1) Algunas formas de depresión endógena, especialmente en la melancolía involutiva (depresión de los ancianos). 2) Adquiere en ciertos casos los rasgos de un desarrollo delirante, de contenido hipocondríaco, en la llamada paranoia hipocondríaca. 3) En algunas esquizofrenias aparece un tono hipocondríaco. 4) Multitud de neuróticos, tanto histéricos, neurasténicos, como organoneuróticos y pacientes con psícosomatosis, destacan en su cuadro clínico general la actitud hipocondríaca; si se hace muy dominante se describe a los portadores como neuróticos hipocondríacos.

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