En
todos los hogares hay un cajón lleno de medicamentos. Algunos los recetó el
médico, y para la adquisición de otros se preguntó al farmacéutico o a un
amigo que decía padecer algo similar. Muchos son inofensivos, otros no, y la
combinación de dos medicamentos, ambos inocuos, puede resultar nociva.
No se
puede acudir a una consulta cada vez que se sufre un dolor de cabeza, ardor
de estómago, una noche de insomnio, lumbago o un catarro. Tampoco correr riesgos
innecesarios.
«Todos
los medicamentos que tengo en casa son inofensivos.» No es tan seguro. De vez
en cuando publican los medios de difusión una lista de medicamentos
suprimidos por las autoridades sanitarias. Los acaban de prohibir, porque su
uso entraña demasiados riesgos incluso bajo supervisión médica; y fueron
utilizados masivamente durante años en forma de automedicación. Entre ellos
están antirreumáticos y antiinflamatorios que poco antes se vendían sin
receta y eran de uso general; hoy se sabe que provocan graves lesiones
hepáticas. Igualmente con algunos compuestos para cortar el resfriado común
que rodaban dentro de un cajón en casi todos los hogares y se eliminaron del
mercado, pues pueden desencadenar hemorragias gástricas peligrosas. Igualmente
se han prohibido algunos medicamentos antidepresivos, precisamente los que
producen menos efectos secundarios perceptibles por el enfermo.
Se
argumentará, con motivo, que todos estos fármacos los seguían recetando los
médicos, un número importante de médicos, hasta poco antes de su supresión.
¿Cómo es posible? Los efectos negativos de algunos fármacos son insidiosos,
aparecen en pocas personas y tardan en detectarse; en ocasiones ha sido muy
difícil adivinar la relación de causa-efecto. Quienes antes se enteran son
los médicos.
Pese a
tales reflexiones negativas, no puede descartarse la automedicación hecha con
sensatez, por razones de orden práctico. Un paciente con molestias
recidivantes que sabe que desaparecen con un tratamiento, puede volver a utilizarlo
mientras llega la ocasión de consultar. Muchos pacientes psiquiátricos llevan
vida normal gracias a la automedicación. El médico se la propone: «en cuanto
note usted estos síntomas comience a tomar...». Existen enfermedades, como la
depresión, en las que, una vez bien establecida la pauta terapéutica que le
conviene, el paciente bien instruido por su médico la adapta a las continuas
variaciones de intensidad de su dolencia. Es más sorprendente que algunos
esquizofrénicos también sean capaces de este autocontrol: «Doctor, noté otra
vez las voces, por si eran alucinaciones tomé la medicina y se me han
quitado.»
Nada
tiene que ver esta «automedicación sensata», siempre orientada periódicamente
por el médico, con la irreflexiva toma de medicaciones. La familia del
paciente suele lamentarse en la consulta tras una agravación: «Es que toma
las medicinas a su modo, cuando quiere y como quiere.»
Aun los
enfoques «sensatos» no están exentos de riesgo, por lo que sólo hay que
automedicarse cuando no es posible consultar y por breves períodos. Síntomas
parecidos, que el paciente interpreta como un nuevo episodio «de lo mismo»,
son manifestación de una forma distinta de la enfermedad, en la que el
tratamiento anterior está contraindicado. También ocurre que dos tratamientos
útiles en la misma enfermedad (que el paciente puede haber usado con éxito en
ocasiones anteriores), combinados son tóxicos, así, por ejemplo, con los
antidepresivos inhibidores de la monoaminooxidasa y la mayoría de los
restantes antidepresivos.
En
resumen, la automedicación debe realizarse con mesura, transitoriamente y con
supervisión periódica.
|
Consultado en:
pienso que la automedicacion es una acción que pone en riesgo nuestra salud ya que un medicamento por menos ofensivo que se tenga idea que sea, a muchas personas si puede causar consecuencias secundarias de diferente novel ya que cada cuerpo y organismo reacciona diferente, ademas de que aunque sea un mismo medicamento tienen otros activos o bien son de diferente mq o mg que son los mili-equivalentes.
ResponderEliminarpor eso hoy en día al frente de una farmacia hay personas que tengan conocimiento o bien un QFB a cargo.