Las empresas afirman sufrir pérdidas del 7% en sus ingresos anuales a
causa del desorden de algunos trabajadores. Pero hay especialistas que
aseguran que cierto grado de descuido no es sinónimo de desastre, sino que
puede ser un reflejo de la creatividad.
En realidad, el orden
no debería tener más secreto que colocar cada cosa en su sitio. ¿Qué lo hace,
entonces, tan difícil para algunas personas? Una encuesta de la Universidad de
Columbia reveló que el 59% de los trabajadores tienen un juicio negativo de
los desordenados. Sobran también investigaciones que deducen que los
hogares caóticos entorpecen el desarrollo cerebral en los primeros años de
vida. Uno de los trabajos pioneros fue el de Stephen Petrill y sus colegas de
la Universidad de Pennsylvania con parejas de mellizos nacidos en la década de
1990. Sus resultados confirmaron que los niños criados en ambientes más
desordenados –y por tanto, más estresantes– desarrollaron peor sus capacidades
cognitivas.
¿También por dentro?
Después de permitirse fisgonear unos 500 despachos, al psicólogo Sam Gosling,
de la Universidad de Texas, no le queda más remedio que admitir que
aquellos escritorios con restos de comida, calendarios atrasados, papeles
revueltos y libros a medio abrir pertenecen a personas más felices, poco dadas
a los conflictos y con un carácter más abierto. Gosling encontró también un desorden
paradójico en algunos despachos: a pesar de su apariencia caótica, hasta el más
insignificante papel tiene su lugar en la mente de sus propietarios. Para el psicólogo
Guillermo Ballenato, ese tipo de desorden
responde a un criterio productivo y creativo que merece respeto ya que: “Es
habitual en personas sin miedo alguno al caos
externo porque su mente sí está ordenada”, asegura el experto.
PATOLÓGICOS
El psiquiatra Eduardo García-Camba nos describe dos modalidades de
personalidad desordenada que van más allá de lo excéntrico, para caer en lo
enfermizo:
- Síndrome de Diógenes. Más que una enfermedad con entidad propia, es una de las expresiones de diferentes cuadros o trastornos patológicos. El paciente acumula cantidades ingentes de basura y residuos, lo que da forma a la máxima expresión del desorden.
- Trastorno por acumulación. El individuo siente obsesión por la adquisición y almacenamiento de objetos sin ningún valor, y es incapaz de desprenderse de ellos. Su excusa suele ser casi siempre la posibilidad de darle una utilidad en el futuro.
Anarquía bien remunerada
Ese punto óptimo de desorden
es, para los psicólogos, señal de creatividad y de agilidad mental. La
consultora Ajilon Office descubrió
que los empleados que ganan menos de 35.000 dólares al año mantienen pulcros
sus escritorios. En cambio, el 11% de los que los tienen desordenados ganan
75.000 dólares anuales.
¿El caos
alienta la creatividad?
El escritor Paul Claudel afirmaba: “El orden
es el placer de la razón, pero el desorden
es la delicia de la imaginación”. Ruiz Llavero ve en el desordenado a un
inconformista, y no duda de que las mejores ideas surgen en entornos de
libertad. “Ahí están Van Gogh,
Nash y los hermanos Panero, genios que, a pesar de sufrir algún trastorno
psíquico grave, cuando crearon su obra no estaban bajo los efectos de la enfermedad”.
Es el secreto del caos creativo.
El compañero que nadie querría
El psicólogo Gustavo Ruiz Llavero, autor de Simpatía laboral, enumera algunos de los riesgos de topar
con un desordenado en el trabajo:
- Tiende a cometer errores y a sufrir lapsus
- Abandona antes de lograr un objetivo, o incluso de cumplir las metas que él mismo se impone
- Le cuesta resistir tentaciones
- Provoca mayor siniestralidad, sobre todo en empleos monótonos, donde es fácil que pierda la concentración
Los apóstoles del caos
Muchos artistas han dado rienda suelta a su creatividad en entornos
caóticos. Buen ejemplo es el número 7 de Reece Mews, donde el pintor Francis
Bacon tenía
su estudio: un lugar repleto de revistas, recortes de periódico, instantáneas
de sus amantes, libros, telegramas y retales. A sus biógrafos no les cabe duda
de que este espacio era el reflejo del proceso creativo de Bacon
y de su personalidad: la de un trabajador incansable e inteligente. Otro
ejemplo es el diseñador Custo Dalmau. Sus despachos en Barcelona y en el SoHo de Nueva
York reflejan un estilo de vida caótico, nervioso y en constante movimiento que
le genera una adrenalina que se ha hecho imprescindible para él. Picasso,
Freud
y Albert Einstein son otros casos famosos de mentes creativas,
geniales y aparentemente desorganizadas.
Efecto Lucifer
James Wilson y George Kelling desarrollaron la llamada “teoría de las ventanas rotas”, que demostró cómo el desorden
y la desidia contagian la mala conducta e incluso el delito. Si se rompe el
cristal de una ventana de un edificio y nadie lo repara, la gente destrozará el
resto.
Un enemigo para nuestra salud
La falta de organización y el caos
en nuestro espacio físico puede acelerar las hormonas del estrés, como el
cortisol y la adrenalina. Para la doctora Pamela Peeke, de la Universidad de Maryland, el desorden,
además de entorpecer la habilidad para conseguir un trabajo mejor, genera
sentimientos de impotencia y desesperanza, y precipita el envejecimiento. Por
otra parte, según la Clínica Mayo, el polvo de los espacios desordenados
contiene contaminantes muy nocivos.
Consultado en:
http://www.quo.es/ciencia/psicologia/lo_bueno_y_lo_malo_de_ser_ordenado
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