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La obsesión es un pensamiento insistente que
domina al sujeto, al menos intermitentemente, pese a que éste lo considere
injustificado, absurdo, e intente liberarse de él. Los temas son
variadísimos, por ejemplo, puede sentir el temor obsesivo de tirar a su hijo
por la ventana; le horroriza la idea, es lo último que haría, y sin embargo,
no puede sustraerse a la constante angustia de este temor, que lo domina
aunque sea consciente de su injustificación; por eso acude a las consultas a
preguntar «si es posible que pierda la razón y cometa ese crimen» (no existe
tal posibilidad, el niño no corre ningún peligro). Otro caso es el de un
enfermo que cuando su automóvil marcha por la carretera y adelanta a un
ciclista, sufre la obsesión de haberlo atropellado; aunque sabe que no es
así, ha de mirar por el retrovisor para comprobarlo, y muchas veces no queda
tranquilo y tiene que dar la vuelta para ver pasar de nuevo a la supuesta
víctima, etc. En la neurosis obsesiva se explica el mecanismo de las
obsesiones, que constituyen un martirio para quien las padece. La diferencia
principal con las ideas delirantes es que el obsesivo «sabe» que sus ideas
son absurdas, pero no puede sustraerse a su influjo; el delirante cree que
sus ideas delirantes son ciertas.
Se llama compulsión al impulso patológico que
lleva a realizar determinados actos o ceremoniales, en relación con ideas
obsesivas; el paciente es, de nuevo, consciente de que estos actos son
absurdos y desea liberarse de ellos, pero sufre tal angustia al no realizarlos
que cede a sus impulsos compulsivos. Obsesiones y compulsiones suelen estar
tan entrelazadas que se presentan unidas en la neurosis obsesivo-compulsiva,
aunque existen casos con dominio de la faceta puramente intelectual (por
ejemplo, obsesiones de tipo filosófico: «paso el día pensando en las
dimensiones infinitas del Universo, hasta que me da vértigo. Es ridículo,
pero no puedo evitarlo, consumo así el día, cada día... y mi vida, de este
modo tan estúpido»), A estas formas «intelectuales» se las denomina neurosis
obsesivas.
Las compulsiones adquieren frecuentemente la
forma de «duda inmotivada» sobre algo que puede ser importante, como por
ejemplo, si se han dejado bien cerrados los grifos o la llave del gas; el
enfermo se tiene que levantar una y otra vez a comprobarlo, entrándole de
nuevo a los pocos minutos la duda de si se habrá cerciorado bien, y tiene que
levantarse nuevamente, indignado consigo mismo y desesperado por no lograr
dominarse. Si aparecen los actos o ceremoniales compulsivos como muy
dominantes se habla de neurosis compulsiva, pero, por la mera enunciación de
la sintomatología, ya se comprende que la presentación habitual es mixta, de
pensamientos e impulsos, o sea en forma de neurosis obsesivo-compulsiva.
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