Convivir con la naturaleza (foto de Jaime Cristóbal López)

miércoles, 6 de marzo de 2013


Un virus poco estridente

El virus de inmunodeficiencia humana (VIH) es tan destructivo como imperceptible para quien acaba de sufrir la infección. De ahí que sea muy difícil iniciar un tratamiento antirretroviral con la rapidez que lo recibió la niña de Misisipí, de la que se ha anunciado su «curación funcional». Y solo de esa forma, explican los médicos, se podría imitar el resultado de la pequeña.
zoomNiños infectados 8Una enfermera atiende a un pequeño seropositivo en un hospital de Pekín.
Niños infectados 8Una enfermera atiende a un pequeño seropositivo en un hospital de Pekín. REUTERS / DAVID GRAY

La realidad es que la inmensa mayoría de personas que reciben el VIH, casi siempre en una relación sexual sin protección, siguen su vida sin percibir ningún malestar, ni erupciones, ni cansancio -señales que emiten otros virus- hasta que uno, dos o hasta tres años después de aquel encuentro son informados de que conviven con el VIH. Por ejemplo, en un análisis sanguíneo previo a una intervención quirúrgica. También pueden ocurrir que soliciten el test del sida a sugerencia de su médico, al no hallar explicación para la recurrencia con que sufren infecciones respiratorias graves.
Es posible que, tres o cuatro semanas después de sufrir el contagio del VIH -también demasiado tarde para iniciar la terapia precoz- el virus se manifieste por primera vez en forma de fiebres y diarreas imparables, acompañadas de una ligera pérdida de peso. Lo más habitual en ese momento es que quien sufre los síntomas no sospeche que el virus del sida está arrasando sus defensas físicas, que está acabando con sus linfocitos CD4, la porción inmunológica que debería haber frenado al VIH.
Demasiado tarde
«Todos esos síntomas aparecen demasiado tarde para intentar la remisión inicial intensa», reitera Josep Maria Gatell, que atiende el sida en el Hospital Clínic, de Barcelona. Los denominadospacientes Visconti, tratados en Francia -11 individuos que mantienen una carga vírica bajísima desde hace seis años, sin recibir tratamiento- también supieron inmediatamente su infección, por diversas circunstancias. «De hecho, a la niña de Misisipí se la pudo tratar horas después de nacer porque detectaron el sida a su madre en el momento del parto -prosigue Gatell-. De no ser así, la pequeña se hubiera enterado de su infección varios años después, cuando su sistema inmunitario diera señales de agotamiento». Si su madre hubiese recibido tratamiento antisida durante la gestación, la pequeña habría nacido sana, sin virus.
Esta situación concede valor a las reiteradas advertencias de la Administración sanitaria sobre el altísimo porcentaje de infectados del VIH que desconocen su situación. «Hasta un 40% lo ignoran durante tres o cuatro años», indicó recientemente la Conselleria de Salut. De ahí que incidan en la necesidad de que quien mantiene relaciones sexuales de riesgo, es decir, con parejas a las que no conocen, o a con las que se citan de forma esporádica, utilicen preservativo.
O bien, sugieren que accedan periódicamente a un análisis susceptible de detectar la presencia del VIH. Algunas organizaciones antisida promueven esta alternativa: hacerse la prueba del sida cada medio año, o tal vez cada mes, si se lleva una vida de riesgo.

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